La mercantilización del ser humano: el hombre lleno de nada
Una
de las consecuencias del discurso político del neoliberalismo es el
intento por extender la lógica mercantil a todas las dimensiones de la
sociedad y a todas sus estructuras. En la actualidad, con la malograda contrarreforma Wert, la LOMCE,
se intenta que la lógica del mercado penetre de forma absoluta hasta el
núcleo más profundo del sistema educativo. A las claras está cuando se
introduce un criterio como el espíritu emprendedor para sustituir
la educación tradicional en valores. Deja claro que los valores del
capitalismo solo tienen que ver con el lucro a toda costa y la
entronización del egoísmo personal. Además, se nos vende como algo
positivo que las personas quieran dejar de ser trabajadores y pasen a
ser emprendedores. El emprendedor es alguien activo, con ganas de salir
adelante, con arrojo, mientras el trabajador, y más si lo es público, es
un vago que se conforma con lo establecido. Se trata de una lógica que
viene extendiéndose mucho tiempo pero que, como dijera Friedman, solo
una buena crisis, real o imaginada, puede acabar de implantar. En
tiempos de sufrimiento, las personas son capaces de aceptar cualquier
cosa que se parezca a la salvación, cualquier sucedáneo, de ahí que
ahora se intente que el sistema educativo se convierta en un apéndice
perfecto del Mercado.
En mi libro No podéis servir a dos amos. Crisis del mundo, crisis en la Iglesia,
analizo este proceso ineluctable del capitalismo moribundo y lo
entiendo como el advenimiento de un nuevo hombre, un hombre jibarizado
al que se ha extirpado parte de lo que lo humaniza, el hombre lleno de
nada. Entre las páginas 183 y 185 lo digo como sigue.
Una vez que todo ha sido reconducido al mercado y éste se rige por sus propios fines,
la sociedad pasa a ser una sociedad de mercado, donde todas las
relaciones están supeditas al valor de intercambio que puedan obtener en
el mercado. Esto implica que todo, absolutamente todo, puede ser
comprado y vendido y todo, por tanto, es susceptible de generar
beneficio. Por supuesto, el beneficio es para los que controlan el
mercado por poseer una posición dominante en él. El que posee los
recursos o los medios de producción, conseguirá que los expoliados se
vendan al precio de mercado con el fin de conseguir los productos que
necesitan para vivir. Nada queda de la simetría y la centralidad. Todo
es reducido a la obtención de beneficio. De esta manera, las relaciones
sociales se pervierten, dejan de producir seres humanos para producir los individuos productores y consumidores.
A esto es a lo que llamamos unidimensionalización del ser humano y jibarización del
mismo. El hombre es reducido a una dimensión posible: la compra y
venta, el consumo, la adquisición y la comercialización. Nada queda de
la donación, la entrega y la reciprocidad. Ya no cabe el amor en las
relaciones sociales, todo se sujeta a la mera prostitución de los seres
humanos, que se venden al precio de mercado para poder conseguir los
productos del mercado.
El hombre de la sociedad de mercado liberal capitalista postmoderna es un hombre, no ya vacío, sino lleno de nada.
Es el hombre que no tiene anhelo ni utopía, es el hombre que se
satisface con todos los gadgets de la sociedad postmoderna. Se llena de
aparatos que le hacen perder un poco más de su tiempo, de ese tiempo de
hastío vital, y lo convierte en disfrute del consumo. Es el hombre
pleno, repleto de todas las comodidades y utilidades que el mercado le
proporciona en grandes cantidades de consumo y desecho. No es un hombre
meramente vacío: quien se siente vacío busca cómo colmar ese hueco en su interior. El hombre vacío es
el místico que busca hasta colmar su deseo unitivo. El hombre
postmoderno creado por la sociedad de mercado capitalista es el hombre lleno de nada.
Decimos que
el hombre postmoderno es el hombre vacío, porque también se es lo que se
consume. El culto a la apariencia ha llevado a la creación de una gama
infinita de productos a los que se ha privado de su substancia, de su
núcleo duro que le hace ser lo que es. Así, ha nacido el café sin
cafeína, la cerveza sin alcohol, la crema sin nata, el chocolate sin
grasas…, es decir, el producto al que se ha quitado su maléfico efecto
dañino sobre los cuerpos estilizados y esbeltos postmodernos; se trata
de café con olor y sabor a café pero sin ser realmente café. Dicho de
forma más clara, se trata de consumir algo sin su esencia, ingerir
productos privados de su realidad, en el fondo, consumir nada.
El individuo
consumidor de nada queda nadificado, puesto que nada consume es
consumado en el acto de consumir nada. Paradójicamente, esta es la única
alimentación posible del hombre postmoderno. Un ser vacío sólo puede
consumir nada para poder seguir siendo vacío. Su organismo ya no puede
digerir el alimento cargado de substancia, su aparato digestivo está
atrofiado. La nada se extiende a muchos alimentos que son privados de su
núcleo real; la nada nadea, como diría Heidegger, y crea nada. Los
postmodernos hombres occidentales cada vez abarcan más cantidad de
productos nihilificados para su consumo masivo de nada. Hace falta mucho
para llenar el hueco dejado en el interior del hombre al que se extirpó
su ser.
Artículo de Bernardo Pérez Andreo, Doctor en Teología, DEA en filosofía. Profesor Titular de Teología en el Instituto Teológico de Murcia. Visto en su blog: bernardoperezandreo.blogspot.com.es
fuennte: http://ssociologos.com/2013/05/17/la-mercantilizacion-del-ser-humano-el-hombre-lleno-de-nada/
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