Dos años
y medio después del estallido de la guerra civil en Siria, la situación del
país es más oscura y los objetivos de las distintas partes en el conflicto
parecen cada vez más ambiguos.
Para
entender el conflicto en Siria es esencial conocer las diferentes corrientes islámicas:
el chiísmo y el sunismo. Para los chiítas, solamente los descendientes
directos de Mahoma están autorizados para ser líderes de la fe; mientras
que en el caso de los sunitas, no es necesario que los líderes procedan
directamente de Mahoma. Para cualquiera que no se identifique con el Islam esta
diferencia puede significar poco, pero es un principio fundamental para los
musulmanes y causa de muchos conflictos bélicos.
Los
sunitas están extendidos especialmente en el Magreb (norte de África), la Península
Arábiga y parte de Asia Central, mientras que la mayoría de los chiítas vive el
antiguo territorio de Persia (Irán y el Irak de hoy). En el Medio Oriente, en
particular en Líbano y Siria, se encuentran las diferencias de tensión
geoestratégica de la creencia, y sus fronteras nacionales también se
caracterizan por la diversidad étnica y religiosa.
Bashar
al-Assad, quien
pertenece a la minoría alauí chií, es el presidente de Siria, un país de
mayoría sunita. En el caso de una caída, los alauitas probablemente
estarían expuestos a la venganza de la insurgencia suní y perderían el poder
para siempre. Esta es la razón por la que Assad no puede abandonar el poder.
Tras el estallido de la violencia denominada como Primavera Árabe (2011) no
había –en su punto de vista– otra opción que seguir la escalada hasta el amargo
final. Sin embargo, Assad decidió enfrentar las protestas de una manera
desproporcionadamente violenta. Una reacción indulgente por parte de Assad
podría haber evitado que la situación empeorara. La respuesta de Assad puede
explicarse en parte por el pasado de su padre, quien en los ochentas como
Presidente de Siria, enfrentó a los levantamientos con violencia, estrategia
con la que tuvo éxito y por lo tanto, posiblemente influyó a su hijo a tomar
una respuesta incorrecta.
El
gobierno chií de Assad es apoyado por Irán, un país chií, que ha luchado
por la influencia en la región desde hace miles de años. Una toma de control
sunita alteraría el delicado equilibrio de fuerzas, y el corredor chiíta de
Irán, Siria y la organización terrorista libanesa Hezbollah perdería su poder.
Con las mismas razones, Arabia Saudita y Qatar han brindado apoyo
financiero y logístico a los rebeldes sunitas pues de esta manera Siria se
convertiría en un estado sunita, lo que cambiaría el equilibrio geopolítico del
poder en el Medio Oriente a su favor.
Sin
embargo, los jugadores principales en este conflicto son Rusia y los EE.UU. Rusia
desde el comienzo del conflicto ha apoyado a Assad, ya que tiene su único puerto
en el Mar Mediterráneo en la ciudad siria de Tartus –el único puerto marítimo
de Rusia, que no se encuentra en un antiguo territorio de la Unión Soviética– y
por lo tanto de importancia estratégica vital. Por otra parte, la política
exterior de Rusia, después de la caída de la Cortina de Hierro, se ha
caracterizado por ser no intervencionista en los asuntos internos de otros
países. Antecedentes de esta directiva es la heterogeneidad étnica de Rusia y
el temor a que la intervención internacional puede ser utilizada como un
argumento en las frágiles estructuras estatales rusas para futuros
levantamientos. Una toma de control suní podría tener, por ejemplo, un impacto
en los musulmanes del sur de Rusia y así desestabilizar la región. Además, la
política exterior de Rusia también se rige bajo el llamado “juego de suma
cero”, en donde decisiones como ésta se toman para demostrar su propia fuerza,
pues el hecho de que EE.UU no gane representa un éxito para Rusia.
Al mismo
tiempo, los EE.UU. apoyan a los insurgentes sunitas para derribar al
gobierno chíita de Asaad y así debilitar a la alianza Irán-Siria-Hezbollah,
principal enemigo de Israel (aliado número uno de EE.UU en Medio Oriente).
Además, la influencia rusa en la región podría verse debilitada. Sin embargo,
los EE.UU. temen que la caída de Assad y las armas químicas que se encuentran
en el país caigan en manos de los islamistas (sunitas) insurgentes y Siria no
se estabilice después de la caída de Assad, sino se convierte en otro estado
fallido, como Somalia.
Una
intervención internacional para solucionar el conflicto parece poco probable.
Las posiciones de veto de Rusia y China no han cambiado desde 2011 y el Consejo
de Seguridad de la ONU no aprobaría una resolución para una posible
intervención. Sin embargo, los EE.UU podrían justificar una intervención si
demuestran una emergencia humanitaria, como sucedió en Bosnia con la OTAN. Si
las probabilidades de que el Consejo de Seguridad de la ONU para aprobar una
intervención son escasas, la confirmación del uso de armas químicas por
parte del gobierno sirio es una pieza importante del rompecabezas para los
americanos, ya que viola el derecho internacional de la Convención de
Ginebra.
Por lo
tanto, los Estados Unidos podrían aprovechar el uso ilegal de las armas
químicas para justificar ir por sí solos. En realidad, existen diversas razones
multidimensionales para justificar su acción militar: es una señal de que el
uso de armas químicas contra su propio pueblo no se tolerará; también
representa una manera de desviar la atención del conflicto presupuestario
en EE.UU. y la posibilidad de unir demócratas y republicanos en una misma
causa, así como un signo de la fuerza de Estados Unidos, sobre todo en lo que
se refiere a la nueva posición de China en el mundo. Y finalmente, es una
manera de evidenciar el poder del presidente Barack Obama frente a Vladimir
Putin, quien ha venido provocando a los Estados Unidos a través de acciones
como las restricciones a los derechos de los homosexuales en Rusia, el rechazo
de adopción para niños rusos en los Estados Unidos y el caso de Edward Snowden,
el cual todavía está muy sensible.
La
solución que se ha encontrado ahora –la transferencia de las armas químicas a
la comunidad internacional– es una situación clásica de ganar-ganar: Putin ya
no puede ser acusado de apoyar la guerra y Obama puede terminar un debate
políticamente sensible sin perder la cara.
Con la adhesión
de Siria a la Convención sobre Armas Químicas de las Naciones Unidas, así
como el compromiso de renunciar a sus armas químicas y transferirlas a la
comunidad internacional, el gobierno de Assad gana tiempo. Un procedimiento
complicado de los inspectores, los plazos y la burocracia crea las
posibilidades de un juego del gato y el ratón y así podrá mantener su status
quo probablemente por otros años.
Siria
seguirá siendo un foco de conflicto en los próximos meses o años, y las
disputas internas podrían degenerar fácilmente en un incendio en Israel, en
Irak o Líbano. Incluso ahora el mayor campo de refugiados de Siria es la quinta
ciudad más grande en el Líbano. Sin embargo, entender las razones de cada una
de las partes involucradas es fundamental para entender el conflicto y sus
alcances.
*Rolf
Siegel es Consultor Asociado de Inteligencia Pública
consultado 21 de septiembre 2013 http://www.animalpolitico.com/blogueros-inteligencia-publica/2013/09/19/que-pasa-en-siria-una-explicacion-del-conflicto/#ixzz2fNjMReuR
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